La vitamina C, conocida como ácido ascórbico, es un nutriente hidrosoluble que se encuentra en ciertos alimentos. En el cuerpo, actúa como antioxidante, al ayudar a proteger las células contra los daños causados por los radicales libres.
Esta vitamina, es una aliada del sistema inmune y de la buena salud.
En épocas de bajas temperaturas, asegurarse de mantener altas las defensas del organismo es esencial para combatir el resfrío y la gripe. La vitamina C ha sido considerada desde siempre una aliada del sistema inmune pues estimula la formación de anticuerpos que ayudan a nuestro organismo a luchar contra virus y bacterias. La vitamina C es clave en la producción de colágeno, que permite que la capa externa de la piel cumpla eficazmente su función de barrera que impide el ingreso de microorganismos.
Descubrimientos recientes:
En los últimos años, los científicos han descubierto nuevas propiedades en este nutriente que nos ayuda a conservar nuestra buena salud. Gracias a su rol antioxidante – la vitamina C es el más poderoso antioxidante natural -, los cardiólogos recomiendan su incorporación en la dieta ya que participa en la degradación del colesterol e impide la oxidación del colesterol LDL. Estudios recientes mostraron que la vitamina C resulta de utilidad para aliviar los síntomas de la alergia y del asma.
¿Cómo incorporar vitamina C a nuestra rutina?
Nuestro organismo es incapaz de almacenar vitamina C, lo que nos obliga a incorporarla diariamente a través de la alimentación. Las necesidades de vitamina C varían de persona a persona, por lo que el cuerpo toma lo que necesita y elimina el resto. Tradicionalmente la naranja ha sido identificada como la principal fuente de vitamina C, si bien existen otros vegetales que aportan este nutriente, como la manzana y el kiwi. La suplementación también es una medida sencilla y eficaz para obtener una adecuada ingesta diaria de vitamina C.
¿Escuchaste la expresión «tan suave como la colita de un bebé»? Quien quiera que la haya escrito había borrado de su memoria la dermatitis del pañal. Primero, aparecen algunas marquitas rojas, después un sarpullido y de repente… ¡Ay! Te sentís la peor mamá del mundo. Bueno, no es así: cuidar la piel del bebé es un poco complicado. Es especial: suave, delicada y sensible y en los primeros días, es super frágil y susceptible al daño hasta que se adapta a la vida fuera de la mamá. La piel del bebé necesita productos especiales para la higiene.
Las opciones son enormes una vez que uno entra a la farmacia pero ¿Cuál se debe comprar? ¿Qué factor es el recomendado para transitar el verano? ¿Cada cuánto tiempo me lo tengo que poner si estoy expuesta al sol?
Durante el invierno, la piel pierde cerca de un 25% de su capacidad de retención de humedad. El aire frío, el viento, el clima seco e incluso las heladas nos afectan de forma directa, dejando un aspecto reseca y opaco. Si querés cuidar tu piel y mantenerla sana durante las épocas más frías del año, te damos algunos consejos.
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